La actual crisis económica ha evidenciado que nuestro modelo de desarrollo se encuentra en entredicho. Creíamos que la escasez era una historia de nuestros abuelos, pero basta chocar con la realidad para advertir que ya no cabe pensar en el bienestar como una mera acumulación material sin medida, advierte Alfonso Dubois. El presidente del Instituto de Estudios y Cooperación Internacional Hegoa asegura que hay redefinir ese concepto para que nuestra sociedad condicionada por la lógica del mercado se guíe por otros valores como el de la fraternidad y sea viable». Este planteamiento fundamenta su comunicación para el XVII Congreso de Eusko Ikaskuntza, esta semana en el Palacio Europa de Vitoria.
La solidaridad es uno de los ejes de este encuentro, que gira en torno al lema de la innovación como medio sustancial para obtener un progreso social sostenible. Pero, ¿de qué hablamos cuándo nos referimos a solidaridad, se pregunta este profesor de Economía Internacional de
A su juicio, el reto es enorme. Más allá de la resolución de puntuales perturbaciones financieras, las desigualdades sociales que sufre el planeta y la creciente escasez de recursos llaman a una reflexión sobre la elaboración de una fórmula sostenible de desarrollo que supere las visiones locales que no parecen ver lo que sucede más allá de nuestras fronteras No cabe aceptar tranquilamente que se produzca un récord histórico de personas hambrientas o que se rompan las tendencias de decrecimiento de la pobreza.
Sacrificio necesario
Aparentemente, proporcionar un futuro mejor a tantos desposeídos demanda un sacrificio de quienes gozan de privilegios. ¿Sacrificio? Evidentemente, el bienestar que tenemos unos pocos no es sostenible, pero habría que reflexionar si es el mejor o si cabe hallar otro modo más satisfactorio, aduce y apuesta por un concepto capaz de satisfacer a todos, y que esté regulado por la fraternidad. Porque sin ella, la igualdad y la libertad quedan como ejercicios formales de derechos que no sirven para crear nada.
Esa nueva definición tendría que contar con una dimensión individual y colectiva: Hablamos de un modo de vida que merece la pena, donde hay mayor capacidad para ser libre y optar, y que no se rige por el mercado. Explica cómo suele sugerir a sus alumnos que hagan un repaso a su vida y recuerden aquellos momentos en los que se han sentido bien sin necesidad de comprar nada. Si lo hiciéramos, nos llevaríamos una sorpresa, previene. El bienestar de la acumulación es tan sólo una huida hacia adelante.
Sin embargo, el ponente lamenta que la gobernabilidad del mundo radique aún en los datos y no en los objetivos. Se crean órganos para dirigirnos que no responden a criterios de justicia, y alude al G-20. No se basan en la preocupación por la equidad. Desgraciadamente, el escenario internacional no alienta el optimismo. El docente cree que nos encontramos en el mejor momento para impulsar las virtudes cívicas. La dura realidad nos obliga a gestionar de forma común. Sin embargo, mantenemos las desigualdades haciéndolas más o menos viables.
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